Te levantas cada mañana, esperando ver algo esperanzador en
tu vida, y cada día, te levantas en vano, porque nada ha cambiado. Tu madre
sigue igual contigo, con la misma indiferencia hacia ti, tu padre en lo único
que piensa es en la oportunidad que tendrá mi hermano en el fútbol, y a mí, ya
sólo me queda estudiar. Miro por la ventana, y la misma bruma matinal de las mañanas de Agosto cubre Málaga,
no sé si intenta decirme algo, creo que sí, pero no logro descifrar qué. Esa
bruma acapara todo a su paso, y pronto, vuelve a salir el sol. Así, durante
todo el mes de Agosto, y yo, con mi inminente esperanza en que el sol volverá a
salir. Por donde quiera, me da igual, pero quiero que vuelva a salir el sol, y
sí, siempre levanta el día.
En Septiembre, esa bruma matinal ya no cubre el cielo por la
mañana, supongo que esta vez sí que sale el sol, definitivamente. No sé de qué
forma, porqué sitio saldrá.
No sé con quién ir, qué hacer, ni que camino tomar. Estoy
confusa. Aturdida. Casi parece que en la vida he empezado un curso en el
instituto, y llevo ya casi cinco años. En este Septiembre, llega gente nueva,
gente que se va, que fluye y que nunca sabremos donde van a acabar. Se agotan
las relaciones, las amistades, pero presiento que este curso no será igual. Hoy
comienza una nueva etapa, y casi sin saberlo, lo único que me hace intuirlo, es
mi estado anímico. Salgo del instituto, feliz, sonriente, quizá por las
personas que ahora me rodean. Sonrío, y entonces, es cuando llego a mi casa. Se
me quitan las ganas de todo, las ganas de seguir adelante con todo, y entonces,
aparecen ellas. No sé cómo. No me preguntéis porqué, pero ellas están ahí. Siguen
ahí, de hecho. Y cada mañana me despierto pensando en una de ellas, cada día en
una, por lo que, mi semana tiene ocho días. Ocho maravillosos días de la semana,
uno por cada sonrisa que me sacáis cada una. Ocho sonrisas cada una, pero yo
creo que este dato es engañoso, las estadísticas engañan. A veces llego a mi
casa e ignoro a mi madre, lo único que tengo ganas de hacer, es de volver al
instituto, una mañana más, para verles las caras mañaneras, para ver como
alguna llega tarde y sale corriendo. A veces sólo necesito eso. Otras, necesito
un abrazo, un beso, pero nunca tengo que pedirlo. Aunque nadie se lo crea, son
las únicas personas que me devuelven la sonrisa que les saco cuando están mal,
ahora, mi esfuerzo tiene recompensa. Al final, ya en junio, el sol ha salido
todas y cada una de las mañanas, levantando cada uno de mis ocho días de la
semana. Esa bruma a la que tanto temía, esa bruma de Agosto, creo que este año
ya no volverá, y espero que no lo haga nunca.
La gente se va, viene, fluye, pero los sentimientos siempre
perduran.
Atte: Un lanjostino verde.