Hace nueve meses, creía que era feliz, o supuestamente lo era. Salía a la calle con gente con la que me reía sin ganas, iba a la playa y sólo me encontraba problemas, o simplemente, después de un verano juntos, dejaron de llamarme. Así de simple. La historia de como se puede ser ficticiamente feliz. Yo creía que lo era, pero, como es obvio, mis sentimientos no eran los de una amistad propiamente dicha. Yo no tenía una amistad, yo conocía a personas. Convivía con ellas y simplemente me limitaba a sonreír, asentir y volver a sonreír, esperando que nadie preguntara nada. Esto, durante el verano de dos mil once. El 15 de Septiembre de 2011 la cosa comenzó a cambiar. Aunque ya tenía alguna relación con vosotras, las de siempre, desde ese día todo se empezó a magnificar de una forma galopante a lo largo del curso. Éramos seis. Seis, que nos queríamos, pero entre ellas cinco y yo, aún faltaba algo de complicidad. No somos las de antes, no somos las de ahora, pero, ¿sabéis el porqué? Porque una persona, morena, siempre con las muñecas y las manos pintadas, a la que casualmente llamé 'Paola' porque soy disléxica, llegó ese mismo día. A veces tímida, otras, impredecible, pero que poco a poco, no sé como lo hizo, que nos fue uniendo a todas. Día a día, en cada recreo, en cada cambio de clase en el que nos veíamos. Nunca sabes lo que puede hacer una persona, ni el poder que puede ejercer sobre alguien, pero ella lo hizo. Hizo que por primera vez en mi vida, tuviera ese sentimiento de amistad, que pudiera matar por mis amigas. Luego, a lo largo del curso y tras varios acontecimientos que me ahorro comentar, llegó una persona que pasó fugazmente por mi vida, durante un corto periodo de tiempo.
Apodada 'Lilipollas', esta persona pasó a estar en el centro de todo en la Semana Santa del dos mil doce. Anselmo es su escudero, y baila el cangrejo con zapatillas en las manos. A algunos os parecerá una chorrada, una tontería, una 'chuminá', pero, cada vez que habla de Anselmo, me río. Hace que ría, y poco a poco se fue convirtiendo en la 'ocho'. El ocho que faltaba. El ocho que definiría el grupo.
Paulatinamente, una tal Belén Espíldora creo recordar que se llamaba, se fue olvidando su cabeza a medida que su vida avanzaba. Nos dejaba su estuche lleno de bolígrafos para que jugáramos con él al fútbol, y cada vez que su retraso se lo permitía, nos deleitaba con alguna canción. Aunque ella no lo crea, cuando tiene esas inconfundibles metidas de pata, hace que la quiera aún más.
También había por ahí una tal Fátima Córdoba, creo que era madridista, y que su ídolo juega ahora en Qatar. Siempre me pintaba el brazo en Historia, y aunque no lo crea, Agustina le ponía negativos cuando la veía hacerme eso. Me llamaba 'maldita', 'tontita' o, lo más frecuente, 'petite'. Lo que ella nunca supo, porque nunca se lo dije, es que cuando se fue a Polonia con unas tipas, creo que eran Marina Caballero y Alejandra del Pino, las eché demasiado de menos. Demasiado.
Estas dos tipas de las que os he hablado antes, Marina Caballero y Alejandra del Pino, parecían ser de la mafia italiana, pero no. Eran estudiantes de primero de bachillerato amargadas. ¿Amargadas? ¿Quién dijo eso? Eso, lo dijo quien no os conoce. Alejandra, comúnmente denominada por los expertos en etimología griega 'Ale', es la persona con la que puedes hacerte cómico sin ni siquiera mover un dedo. Pronunciar la palabra 'orco, morsco, gollum o dromedario' la exhaltan, y empieza a reirse como la niña del pozo, pero aún así, me gustaba demasiado su risa.
Marina Caballero, esta persona, tributo, horrocrux o friki, según sus gustos en España, se sentaba a mi lado en las clases de Latín y Griego. Silenciosa, tímida con el profesor, pero que te enamora con cada palabra que dice. A veces se enzarpa, otras se ríe con voz de pito (?), comía barritas energéticas por la mañana y le caía mal a su hermano. Otras a las que más eché de menos cuando se fueron a Polonia. Demasiado. Compartía mesa con quien no quería, no tenía sus risas en los cambios de clase en Latín y Griego, ni tampoco tenía sus abrazos inesperados, en definitiva, no la tenía.
Julia. Julia y yo. Teníamos una relación muy poco estable, y creo que éramos consciente de ello. A pesar de nuestras idas de olla, una simple vela creo que lo arregló todo. Maldito el día en que fui a la parroquia y me vísteis llorar. Pero, aquella vela creo que significó mucho más que un perdón. Lo sabes.
Por último, y creo que no se me olvida, está Paula. Una tal Paula, esa morena de la que os hablé antes. Creo que fue su fuerza lo que nos unió a todas en esta amistad tan profunda, y creo que tan sincera. Sobre todo sincera, y no una amistad de animadora de instituto americano. ¿No se cree que haya conseguido lo que te estoy diciendo? Creo que ahora sí lo cree, leyendo lo que has leído. Ha hecho felices a personas, yo si hiciera eso, sería feliz toda mi vida. Podría vivir debajo de un puente, pero yo siempre sería feliz. Esa chica morena, de ojos negros, CON LOS OJOS BONITOS, con un 'Stay Strong' que llevaba pintado en su mano, pero que nos lo grabó a todas para seguir adelante. Sé que es difícil, que a veces no puedes seguir. Que a veces ni quieres, no tienes fuerza. Míranos. ¿Nos quieres, verdad? Te queremos, tal y como eres. Si eres feliz con nosotras, sé feliz contigo. Yo lo soy conmigo, el otro día mismo me compré un chupachup, nah, es broma, fueron gusanitos, pero lo que te quiero decir, es que estaremos aquí, pase lo que pase. (Por lo menos yo, porque estas putas son las mejores del mundo).
Adelante.
Atte: Lanjostino.